
Corría el año 1944. En el campo de concentración de Ravensbrück, Alemania, Corrie ten Boom y su hermana Betsie compartían una celda infestada de pulgas.
A pesar del dolor y la oscuridad, Betsie insistía: “Debemos dar gracias a Dios… ¡incluso por las pulgas!”.
Corrie no lo entendía. Semanas después descubrieron que los guardias evitaban esa celda precisamente por las pulgas.
Gracias a eso, pudieron leer la Biblia y consolar a otras prisioneras.
Lo que parecía una maldición se convirtió en una bendición.
“Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo.”
(1 Tesalonicenses 5:16–18)
El gozo no es negar el sufrimiento, sino elegir confiar en Dios en medio de él.
Cuando agradeces, te fortaleces.
Cuando obedeces el mandato de regocijarte, el Señor renueva tu alma y transforma la celda en santuario.
Hoy, quizá tú también enfrentas “pulgas” que parecen insoportables.
Pero recuerda: detrás de cada circunstancia, Dios sigue obrando.
Este pensamiento está basado en mi libro
“El Gozo del Señor es mi Fortaleza: 5 estrategias efectivas para cultivar una vida de gozo.”
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