Hoy es el día que hizo el Señor.
Me gozaré y alegraré en Él.
1. Mi gozo es un mandato
No es opcional. Mi amante Padre Celestial me lo pide para mi bien porque mi gozo es mi fortaleza, mi salud y mi testimonio.
Él es glorificado cuanto más satisfecho estoy en Él. Por lo tanto, mi respuesta es: ¡SÍ SEÑOR, hoy escojo servirte con alegría!


2. Mi gozo es una elección
No depende de mis circunstancias, sino de cómo escojo responder a lo que me sucede.
Cristo vino para darme la opción de servirle con gozo. Por ello, hoy escojo ponerme la corona de gloria, el óleo de gozo, el manto de alegría y las vestiduras de salvación que Cristo murió para darme.
3. Mi gozo es un fruto
No viene de mi esfuerzo, sino de mi relación con el Espíritu Santo, quien me enseña y me capacita a estar contento en cualquier situación.
• Él me guía y capacita para escoger una actitud de gratitud en todo y por todo, en vez
de quejarme por lo que me falta.
• Él me guía y capacita para escoger mantener mis pensamientos en Él, meditando en
• su Palabra,
• su música,
• sus hazañas y
• sus innumerables bendiciones.


4. Mi gozo es una perspectiva
Ver las cosas como Dios las ve lo cambia todo. Aun en los momentos
difíciles, puedo escoger «bailar bajo la lluvia» y «caminar sobre el agua»
cuando escojo mantener la perspectiva de que, a
pesar de todo,
• Dios está en control,
• Él lo permite para mi bien, y
• no va a durar para siempre.
Por lo tanto, con su ayuda, escojo salir de esta y cada prueba, más fuerte, sin quejarme y sin «oler a humo».
5. Mi gozo requiere resistir al ladrón
Si quiero vivir en gozo debo reconocer que tengo un enemigo y aprender a resistirlo con fe. ¡Él quiere quitarme mi gozo porque le recuerda que soy el favorito de Papá! Pero no puede a menos que yo escoja cooperar con él.
Por lo tanto, hoy escojo guardar mi corazón de actitudes saboteadores del gozo, como:
• rencor y resentimiento,
• culpa y vergüenza,
• duda y temor,
• afán y preocupación y, sobre todo,
• queja y murmuración,
y escojo disfrutar el día de hoy aplicando el «Efecto Potifar»: lo suelto y lo dejo en las manos de Dios.

